sábado, 2 de abril de 2016

Organización de los profesores para atender a la diversidad

Comunidades de colaboración (profesores, profesionales, e incluso padres) En la búsqueda de respuestas a la diversidad, se crean comunidades de inclusión de todos y para todos. La participación no es burocrática, es voluntaria basada en compromisos en la respuesta a la diversidad. Se establecen relaciones simétricas entre los participantes. Se participa porque se quiere y puede aprender del otro. Hay una adecuada y sistemática planificación del trabajo. El grupo tiene clara la misión y la orientación Los procesos de comunicación están basados en el diálogo, la escucha y la comprensión. Se profesa una orientación muy importante al cambio en las aulas y en el centro. * Grupos de trabajo de profesores. Se basan en la consideración de la construcción de nuevos conocimientos y adquisición de destrezas desde la colaboración entre profesionales. Pueden iniciarse con proyectos de alcance parcial, que desembocan en proyectos de autoformación en el centro y que generan la supervisión y evaluación entre compañeros. * Grupos de apoyo y ayuda entre profesores. Su objetivo principal es el apoyo o ayuda que los profesores pueden prestarse entre sí para solucionar los problemas relacionados con la diversidad. Profesores de aula, profesores de apoyo, de compensación educativa.

Profesores de cursos distintos y de la misma materia, profesores de los mismos alumnos * Grupos de profesores de proyectos institucionales colaborativos. Se constituye en un núcleo importante de profesores, cuantitativo y cualitativo que persiguen una cultura institucional para la atención adecuada a la diversidad. Miembros del Equipo Directivo, coordinadores, profesores de apoyo....profesores constituidos en equipo de mejora, profesores participantes en procesos de formación relacionados con la diversidad, profesores participantes en procesos de innovación y cambio. * Grupos de profesores en el aula. La inclusión puede manifestarse en el trabajo colaborativo de varios profesores en el aula. Profesor del aula y profesor de apoyo. Profesor y orientador. Profesor del aula y profesor del mismo o de superior o inferior nivel o materia. Profesor del aula y profesor de lenguaje y audición. Profesor del aula y de compensación educativa.

Organización de alumnos

La atención a la diversidad a las capacidades, intereses y ritmos de aprendizaje de cada alumno en el aula no es suficiente para dar respuesta a las exigencias de la diversidad. La diversidad exige respuestas globales para toda el aula, con todos los apoyos y recursos: * Creación de unidades de convivencia para todos. Convertir el aula en un espacio social, igual para todos. Que todos los alumnos no se sientan presenciales, sino valorados con participación real en la vida del aula. Que todos los alumnos tengan sensación y satisfacción de pertenencia a esa aula: Redes de alumnos para proyectos de acogida de los nuevos. Redes de amistad entre alumnos. Grupos de apoyo entre alumnos. Equipos de responsabilidad compartida Equipos de gestión democrática del aula. * Creación de comunidades de aprendizaje. Con demasiada frecuencia se ha limitado el aprendizaje del aula a una cuestión individual. Se puede constatar que los procesos de aprendizaje pueden ser más ricos y estimulantes para todos cuando la diversidad y colaboración se utilizan como instrumento de aprendizaje y no como freno al mismo: grupos interactivos y, juegos cooperativos. * Grupos de conveniencia. Las relaciones internas del grupo-clase y su clima se modificarán de forma positiva si se aplica un plan de acción tutorial basado en la aplicación de un sociograma y en la dinámica de grupos. * Grupos de trabajo. Los grupos de trabajo tienen que ser heterogéneos en el máximo de aspectos posibles: género, origen cultural, capacidades, necesidades educativas, ritmos de aprendizaje, socialización. * Equipos de trabajo cooperativo. El trabajo cooperativo es un conjunto de estrategias metodológicas y organizativas que se pueden plantear para que un grupo se responsabilice de un trabajo. Los procedimientos cooperativos permiten proporcionar a todos los alumnos un nivel óptimo de eficacia escolar y un campo privilegiado de observación y mediación para el profesor. * Refuerzos en pequeño grupo. En casos concretos y en función de las necesidades educativas específicas de algunos alumnos, se forman grupos de trabajo reducidos, en paralelo a otros grupos o agrupamientos, para resolver problemas de aprendizaje o para incentivar la motivación o autoimagen, o para incentivar procesos de cambio. * Agrupamientos de alumnos según el nivel de aprendizaje. A lo largo del curso se producen variaciones que aconsejan cambios en los distintos grupos y la creación de grupos para resolver situaciones más o menos comunes ante determinados aprendizajes en un tiempo concreto, favorecen la mejora del proceso enseñanza-aprendizaje. * Grupos heterogéneos de menor ratio. Creación de tres grupos heterogéneos, menos

numerosos a partir de otros grupos. Conveniente en todas las materias, de ser imposible, en las instrumentales.

* Dos profesores o profesoras en la misma clase. La actuación de dos profesoras o profesores, dinamiza el aula, favorece la atención a la diversidad en los distintos grupos del aula. Profesor de apoyo, del mismo nivel, de la misma materia. Importante para la evaluación, para los cambios metodológicos y para las dinámicas de relación entre los alumnos. * División del grupo-clase. El profesor o profesora de la materia dispone de otro profesor (apoyo, compensatoria, mismo nivel, otro nivel) un tiempo a la semana, y divide el grupo o se encarga de un.

* Atención individualizada. Atención específica y temporal a un pequeño grupo de alumnos, con dificultades temporales, por incorporarse tardíamente al centro o por ausencias prolongadas. Su objetivo es favorecer el progreso. * Créditos de organizacionales variables. Esta organización permite y ofrece al alumnado un espacio y un tiempo donde poder consultar dudas, reforzar materias, atendido por el profesor, un especialista de apoyo o un profesor colaborador. Aquí se trata de reforzar los hábitos de trabajo y mejorar las técnicas de estudio y de otorgar créditos variables en razón de todo ello. * Propuestas organizativas para el tratamiento de la conflictividad. Hay alumnos que presentan dificultades de comportamiento y actitudes poco adecuadas, que no siempre van acompañadas de un déficit de aprendizaje, sin embargo la conflictividad en las aulas genera problemas que inciden en el aprendizaje. Por ello es preciso creara grupos heterogéneos con el objetivo tratar los problemas de conflictividad en el aula. * Aula Flexible. El aula flexible es un espacio abierto que ofrece al alumno diversas posibilidades de trabajar el curriculum, en grupos reducidos, fuera del aula ordinaria, proporcionándoles un marco adecuado a sus posibilidades y necesidades, que les permita progresivamente adquirir conocimientos significativos y útiles, sin desvincularlos del grupo ordinario. En el aula, se pueden crear diferentes subespacios educativos para ofrecer aprendizajes que ayuden a mejorar su equilibrio personal, la relación con los demás, elevar su autoestima, o incrementar su gusto para aprender. Es importante el cumplimiento de normas y responsabilidad y exige la colaboración de varios profesores. * Los Proyectos. La organización por proyectos responde al pretexto para aprender de forma significativa y atender a la diversidad. Partir de las experiencias personales para construir significados y atribuir sentido a lo que e aprende. Elección del tema, verbalización de los conocimientos previos, elaboración de la planificación, evaluación inicial en la zona de desarrollo próximo, definición de lo que se va a hacer, búsqueda de información, elaboración de dossier de síntesis, extracción de conclusiones, descontextualización y generalización. La atención a la diversidad exige agrupamientos variables y con tiempos limitados, la inteligencia de los profesores y el trabajo colaborativo son los que determinan la elección de alguno de los mencionados o de otros; no es posible la atención individualizada y tampoco se puede atender a la media de la clase o al alumno medio, porque no existe.

viernes, 1 de abril de 2016

Estrategias de atención a la diversidad a nivel de aula para la consecución óptima de las competencias básicas. (Parte

Aunque es cierto que debemos partir del primer eslabón de los niveles de concreción curricular, no es menos cierto que es en este punto donde la atención a la diversidad se concreta con más precisión.

- Reformulación de objetivos y competencias (priorización, introducción, modificación o eliminación):Cuando un alumno se escolariza y se detectan dificultades, sean del tipo que sean, en su aprendizaje hacer una selección previa de los objetivos y competencias que deseamos que alcancen es imprescindible para que estos sean alcanzables y relevantes. Esta circunstancia implica atender al principio de funcionalidad

-Ubicación en el espacio del alumnado:Debemos determinar bajo criterios razonables la ubicación en el espacio de nuestro alumnado que nos permita proporcionarle la mejor y mayor atención posible. Para ello es útil la realización de sociogramas, tutorías entre iguales o incluso los sistemas de alumnos puente para ofertar la mejor estrategia.

- Aplicación de los principios metodológicos:El Decreto 40/2007, establece que, para que el aprendizaje resulte eficaz es necesario tomar como referente los siguientes principios metodológicos:

Partir de los conocimientos previos:El profesor deberá desempeñar el papel de guía y mediador en el proceso de enseñanza-aprendizaje, estableciendo relaciones entre los conocimientos previos y los nuevos contenidos.

Motivación en el aprendizaje: Se debe motivar al alumno a fin de mejorar su rendimiento académico y favorecer de forma progresiva al aprendizaje autónomo.

Educación personalizada:La atención individualizada de los alumnos deberá prevenir las dificultades de aprendizaje y contemplar su detección temprana, estableciendo con carácter inmediato mecanismos de refuerzo para evitar el fracaso escolar y desarrollando sistemas individuales que consideren la diversidad.

Trabajo colaborativo:El trabajo en grupo es un recurso metodológico que en esta etapa puede facilitar el desarrollo personal y social, así como el intercambio de experiencias y fomentar la cooperación y la participación responsable de los alumnos en el aprendizaje.

Favorecer la implicación del alumno:Debe buscarse el continuo desarrollo de una inquietud por la observación, la búsqueda activa, la investigación, la organización, la autonomía así como estimularle para que se plantee nuevas metas.

Enfoque globalizador:Éste enfoque permite abordar los problemas, las situaciones y los acontecimientos dentro de un contexto y en su totalidad, aplicándose progresivamente la interdisciplinariedad.

Papel fundamental de la lectura y la escritura:De modo especial, la comprensión y el análisis crítico de la lectura, contenido éste con valor propio puesto que se utiliza en todas las áreas y en todos los cursos de la Educación Primaria.

Las tecnologías de la información y de la comunicación:Se constituyen en un recurso metodológico y en un contenido propio, necesario para adaptarse a la era digital y a lo que ella conlleva en cuanto a la adquisición de nuevos conocimientos en cualquier ámbito del saber.

La evaluación de los procesos de aprendizaje del alumno:Debe ser continua, global, formativa y personalizada, teniendo en cuenta se progreso en el conjunto de las áreas.

- Aprendizaje significativo:Los principios que se formulan a lo largo de este apartado constituyen un desarrollo más pormenorizado de los principios metodológicos establecidos en el currículo oficial (MEC 1992c).

Asegurar la relación de las actividades de enseñanza y aprendizaje con la vida real del alumnado partiendo, siempre que sea posible, de las experiencias que posee.

Facilitar la construcción de aprendizajes significativos diseñando actividades de enseñanza y aprendizaje que permitan a los alumnos y alumnas establecer relaciones sustantivas entre los conocimientos y experiencias previas y los nuevos aprendizajes.

El enfoque globalizador que caracteriza esta etapa requiere organizar los contenidos en torno a ejes que permitan abordar los problemas, las situaciones y los acontecimientos dentro de un contexto y en su globalidad.

La interacción alumno-profesor y alumno-alumno es esencial para que se produzca la construcción de aprendizajes significativos y la adquisición de contenidos de claro componente cultural y social.

Potenciar el interés espontáneo de los alumnos en el conocimiento de los códigos convencionales e instrumentos de cultura, sabiendo que las dificultades que estos aprendizajes comportan pueden desmotivarles y que, por tanto, es necesario preverlas y graduar las actividades para llevar a cabo dichos aprendizajes.

Tener en cuenta las peculiaridades de cada grupo y los ritmos de aprendizaje de cada niño o niña concretos para adaptar los métodos y los recursos a las diferentes situaciones, e ir comprobando en qué medida se van incorporando los aprendizajes realizados y aplicándolos a las nuevas propuestas de trabajo y a situaciones de la vida cotidiana.

Proporcionar continuamente información al alumno sobre el momento del proceso de aprendizaje en que se encuentra, clarificando los objetivos por conseguir, haciéndole tomar conciencia de sus posibilidades y de las dificultades por superar, y propiciando la construcción de estrategias de aprendizaje motivadoras.

Impulsar las relaciones entre iguales proporcionando pautas que permitan la confrontación y modificación de puntos de vista, la coordinación de intereses, la toma de decisiones colectivas, la ayuda mutua y la superación de conflictos mediante el diálogo y la cooperación.

Diseñar actividades en el ámbito del ciclo y de la etapapara conseguir la plena adquisición y consolidación de contenidos teniendo en cuenta que muchos de ellos no se adquieren únicamente a través de las actividades desarrolladas en el contexto del aula

¿En qué aspectos podemos asesorar al profesorado para llevar a cabo una actuación más inclusiva en relación a la diversidad?



El aula es el espacio donde se desarrolla el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En las programaciones de aula:

En relación a los objetivos:

- Flexibilidad para graduar y adaptar las capacidades.

- Establecer metas explícitas a la integración y convivencia.

- Proponerse el conocimiento y aceptación de la diversidad.

- Basarse en el potencial de aprendizaje, no en las carencias.

En relación a los contenidos:

- Contextualizar los conceptos y hechos de forma significativa y prever diversas formulaciones y sistemas de comunicación.

- Prever la diversidad de procedimientos, favorecer la interacción y reforzar los aspectos cooperativos y de apoyo mutuo entre los alumnos/as.

- Reforzar los valores de la integración, la cooperación, la ayuda y el respecto por la diversidad.

En relación a las actividades:

- Posibilitar la diversidad de lenguajes, soportes y estilos de aprendizaje.

- Favorecer la integración de aprendizajes interactivos y autónomos.

- Cantidad y diversidad suficientes para amoldarse a ritmos e intereses plurales.

- Acordes con el nivel de desarrollo.

- Planteadas según los principios del aprendizaje activo: hacer, manipular, experimentar, probar, etc.

- Contar con recursos diversificados según las necesidades de adaptación.

- En relación a la evaluación:

- Centrada en los logros no en los fracasos.

- Integrada en la actividad.

- Muy interactiva con la actividad.

- Hacer participar a los compañeros/as y el/la docente.

- Diversificada y apoyada en la auto y coevaluación.

- Integral, sobre todos los elementos y personas del proceso.

Además de una serie de principios de actuación:

- Flexibilización de los procesos, recursos, espacios, tiempos, resultados, etc.

- Favorecer la autonomía, el desarrollo personal, compartido y colaborativo, pero siempre respetando las posibilidades propias.

- Cooperación y apoyo mutuo entre los participantes del grupo estimulando a compartir dudas, soluciones, estrategias, resultados, etc.

- Diversidad y abundancia de recursos que posibiliten la elección y la búsqueda de alternativas cuando no se obtienen resultados.

- Favorecer las experiencias y las vivencias. La educación no es sólo hacer o saber, es también sentir.

- Estimular la interacción comunicativa entre los alumnos con trabajo en parejas, grupos pequeños o grandes grupos interactivos, aprendizaje cooperativo.

- Explicitar la integración ofreciendo actividades para el desarrollo de habilidades reflexivas y sociales que la favorezcan.

- Asumir el respeto por la diversidad con su práctica real y la búsqueda de soluciones cuidadosas con ella.

- Aprender de los/as demás a través de la preparación o el descubrimiento de estrategias personales o de actividades de modelado.

- Crear, consensuar, explicitar y practicar una nueva Filosofía de Aula que manifieste nuestras actitudes y diferencias.

- Plantear una metodología general polivalente y sin moldes fijos que asuma que no existen un esquema universal de aprendizaje sino tantas vías adecuadas como alumnos/as.

- Proponerse pautas individuales de intervención de modo que se puedan desarrollar Itinerarios Individuales de Formación con sus desarrollo, participación y seguimiento específico.

- Enriquecer el trabajo con pautas grupales de intervención que favorezcan la interacción y el progreso mutuo.

- Generar algún mecanismo de seguimiento en el que participe el propio alumno/a (agenda, diario, ficha, cuadro, etc.) que permita apoyar un diseño y desarrollo curricular de cada alumno/a.

- Intervenir para resolver no para enfadarse o para menospreciar el alumno/a. Las dificultades de aprendizaje no tienen por qué saltar a la vista o, cuando saltan, no se deben atribuir a la responsabilidad del alumno/a que no la eligió.

jueves, 31 de marzo de 2016

Tipos de escuela



Detrás de cualquier planteamiento didáctico hay, sin duda, una determinada manera de entender el proceso de enseñanza y aprendizaje. En este sentido la psicología de la instrucción nos proporciona muchas y buenas pistas para articular un dispositivo didáctico que facilite al máximo el aprendizaje de los alumnos. Pero la manera como enseñamos también viene determinada, efectivamente, y en grado sumo —tal como se explica en la «Parábola del invitado a cenar»— por aquello a lo que damos un valor principal (estar todos, comer todos el mismo menú, etc.), por los valores que queremos inculcar cuando enseñamos y educamos, y por la finalidad última que perseguimos con la educación y la enseñanza. Y la finalidad de la educación, en general, y la de la enseñanza, en concreto, es muy distinta, dependiendo de si una y otra se articulan desde un enfoque selectivo o desde un enfoque inclusivo. «Dime cómo educas y cómo enseñas, y te diré qué buscas educando y enseñando», podríamos decir. Como se decía en la presentación de este libro, lo que está en juego es el modelo educativo que condiciona todo lo que hacemos en el campo de la educación. Una cosa es un modelo selectivo, en el que la educación se convierte en un instrumento de clasificación y jerarquización, en tanto selecciona y promueve a los alumnos que tienen más capacidad para estudiar hacia etapas educativas superiores. Esta es

la función social de la educación, aquello que socialmente se le pide, en un sistema educativo selectivo. Y otra cosa muy diferente es un modelo inclusivo, en el que la educación es un instrumento de promoción y desarrollo personal y social de todos los alumnos —no sólo de los más capaces, y cuya función social consiste en dotar a todos los ciudadanos de una formación integral, partiendo de la base de que todos pueden aprender, y tienen que aprender, cada uno hasta el máximo de sus posibilidades. No se trata de una cuestión banal o intrascendente. Detrás de cada una de las opciones hay una manera diferente de entender la sociedad en general, y la educación en particular, que lleva a perseguir unas finalidades y unos resultados también muy diferentes.

Una escuela selectiva

-El objetivo de una educación selectiva no se centra sólo en que los alumnos aprendan en la escuela cuantas más cosas mejor, sino, si puede ser, en que aprendan más que los alumnos de las demás escuelas, y más que los otros alumnos de la misma escuela. En una educación selectiva se insiste en la necesidad de formar sobre todo una personalidad hábil—cuanto más hábil mejor, y más hábil que las demás— y competente, cuanto más competente mejor, y más competente que las demás.

-En una educación selectiva —que selecciona al alumnado en función de su capacidad para aprender— los saberes que se consideran más importantes tienen un carácter fundamentalmente académico, enciclopédico, y se entienden como el conjunto de conocimientos codificados y debidamente clasificados que se van acumulando a lo largo de la escolaridad.

-Una escuela selectiva se preocupa fundamentalmente de hallar métodos eficaces que le sirvan para lograr su fin: conseguir un índice de éxito más alto. El mejor método es el que le permite enseñar más de cada cosa a los alumnos que previamente ha seleccionado (los que «pueden» y «quieren»), y no el que ayuda a enseñar a más alumnos hasta el máximo de lo que éstos pueden aprender, aunque no «puedan» o no «quieran» hacerlo.

Una escuela inclusiva

-Una educación inclusiva tiene como objetivo que la escuela contribuya a adquirir, hasta el máximo de las posibilidades de cada uno, todas las habilidades técnicas (cómo hablar, leer, calcular, orientarse, etc.) y sociales (cómo comunicarse, respetarse, etc.) que son necesarias para ser, vivir y convivir. No se trata de saber más que los demás, sino de saber todo cuanto se pueda y de poner lo que se sabe junto a lo que saben

los otros para así alcanzar metas comunes y transformar y mejorar la sociedad. Se trata de hacer ciudadanos competentes, pero no competitivos sino cooperativos; ciudadanos tolerantes y respetuosos con las diferencias, pero no permisivos; ciudadanos libres, críticos y responsables. En una educación inclusiva, se insiste en la necesidad de formar una personalidad autónoma y crítica, y no sólo competente y hábil.

-Decimos que es una escuela inclusiva para todos no sólo porque todos pueden, a un nivel u otro, y todos necesitan aprender estos cuatro «saberes», sino también porque, como mínimo algunos —si no todos— de dichos saberes (el saber ser y el saber convivir, por ejemplo) sólo se pueden enseñar y aprender —practicar— en una escuela en la que cabe todo el mundo, no sólo unos cuantos.

-La escuela inclusiva se preocupa, fundamentalmente, de encontrar métodos, estrategias y maneras de organizar la clase que le permitan atender juntos a alumnos diferentes, sin que nadie salga perjudicado, aunque no «quieran» o no «puedan» aprender. Este es el reto: encontrar métodos que permitan enseñar más cosas a más alumnos sobre los contenidos de las diferentes áreas, hasta el máximo de las posibilidades o capacidades de cada uno (no métodos que permitan enseñar más contenidos de las diferentes áreas a determinados alumnos.

-La diversidad, para una educación y una escuela inclusivas, es algo natural y enriquecedor, y por este motivo hay que encontrar la manera de atenderla de forma adecuada, potenciando las diferencias que nos hacen singulares y compensando, combatiendo o anulando, si es posible, las desigualdades. La de la diversidad no es una cuestión simple: hay más de una «diversidad». Hay una diversidad que hace que los alumnos sean simplemente diferentes y singulares, que se debe potenciar: es la diversidad, por ejemplo, que se deriva de los intereses de los alumnos o de valores culturales (todos tienen derecho a saber más música que el resto si muestran un especial interés por esta disciplina; todo el mundo tiene derecho a ser y a vivir de acuerdo con su cultura y a expresarse en su lengua, por minoritarias que éstas sean...). Sin embargo, hay una diversidad que se debe compensar y contra la que es necesario luchar: la que se deriva de las desigualdades personales y sociales, que con mucha frecuencia son injustas en relación con las oportunidades de los demás. Una escuela como ésta se preocupa más de organizar la heterogeneidad para que sea provechosa, educativamente hablando, para todo el mundo, que– La escuela inclusiva mide el éxito —su eficacia y su calidad— por la capacidad de «añadir» algo a lo que sabían y a lo que eran los alumnos al

ingresar en ella, hasta el máximo de sus capacidades y posibilidades. Lo importante es el «valor añadido» que la escuela les procura a los estudiantes, no el logro de una meta común y establecida de antemano. Una escuela así será de calidad en la medida en que sea capaz de atender a todo el mundo, sean cuales sean sus necesidades educativas, y conseguir que todos aprendan algo. Por este motivo una escuela así acoge a todos y no margina a nadie. Y ello no por una especie de extraño paternalismo, sino porque está convencida de que todo el mundo es valioso y de que todo el mundo puede aportar cosas valiosas y útiles para la comunidad.

Para finalizar algunas ideas:

La escuela tiene que celebrar la diversidad. En la escuela la diversidad se debe considerar como una cualidad.

Hay que poder disfrutar aprendiendo: todo el mundo tiene que encontrarse bien y seguro en la escuela. La escuela tiene que ser un lugar al que los estudiantes, los maestros y los profesores, y todos los demás miembros de la comunidad, quieran ir porque, por un lado, se encuentran bien en él y, por otro, se sienten

La escuela tiene que contar con profesores que faciliten el aprendizaje. No se puede esperar que un profesor o una profesora conozcan y satisfaga cada una de las necesidades educativas individuales de los estudiantes de su clase. Por estas razones, si queremos que la educación de los estudiantes tenga éxito, el rol tradicional del enseñante y el énfasis con que se llevan a cabo los procesos de enseñanza y aprendizaje tienen que cambiar. Se ha de organizar el ambiente de las clases, las experiencias de enseñanza, los recursos y los procedimientos, y las condiciones prácticas para aprender, de tal manera que los estudiantes no sólo tengan la oportunidad de satisfacer todas sus necesidades educativas, sino también la motivación necesaria. Este es el reto de los maestros y profesores. No obstante, es necesario buscar el apoyo de los padres y de los otros miembros e instituciones de la comunidad a fin de que los estudiantes tengan experiencias de aprendizaje dinámicas y motivadoras que respondan a sus necesidades educativas (Stainback, 2001).

La escuela tiene que preparar para la cooperación y no para la competición. En la escuela, la cooperación debe estar por encima de la competición. La escuela ha de involucrar a cada uno de sus miembros no sólo para que trabaje individualmente (porque nadie tiene que hacer el trabajo de otro), y para que se responsabilice y se comprometa

personalmente, sino también para que comparta y coopere con los demás; la escuela debe cuidar el afecto mutuo, la satisfacción y el éxito de todos sus miembros.

LA escuela inclusiva y el aprendizaje cooperativo

















Introducción: Parábola del invitado a cenar

La profesora de pedagogía dijo a sus discípulos: “Un maestro de escuela se puede comparar a un prohombre que preparó una cena para sus amigos”. Al ver la expresión de extrañeza de sus discípulos, la profesora continuó explicando: “Un prohombre de una ciudad se encontró con un viejo conocido, a quien no veía desde hacía mucho tiempo. Al cabo de dos días el prohombre –que era muy respetado por sus grandes conocimientos de cocina- había planificado celebrar una cena con un grupo de amigos y amigas que también le conocían y que, como él, tampoco le veían desde hacía muchos años. Así que también le invitó a cenar. El prohombre era un experto cocinero –de ahí venía, precisamente, su prestigio y la admiración que despertaba entre sus amigos y conciudadanos- y preparó una cena espléndida: entrantes variados, carnes guisadas con esmero y un pastel con confituras de muchos tipos de fruta. Todo acompañado con vinos del Priorat y cava del Penedès. El mismo día de la cena, cuando ya estaba prácticamente todo a punto, de pronto se acordó de que su viejo amigo, no sabía bien por qué motivo, tenía que estar atento con lo que comía, y que seguramente nada de lo que había preparado con tanto esmero le sentaría bien. Enseguida le llamó por teléfono (afortunadamente se habían intercambiado los números de teléfono por si surgía algún problema) y le explicó lo que pasaba, y le dijo que lo sentía mucho, que lo mejor sería que no acudiera y que ya le avisaría cuando hicieran otra cena. 

“Otro prohombre de la misma ciudad se encontró con el mismo caso. También él había preparado una cena espléndida con sus amigos e invitó a ella a un viejo conocido común, con quien se había encontrado por casualidad un par de días antes. La misma tarde de la cena, otro de los invitados recordó al prohombre, por si lo había olvidado, que el viejo amigo no podía comer de todo. El prohombre, efectivamente, no lo había tenido en cuenta. Por suerte se trataba de un cocinero con una gran variedad de recursos culinarios –por lo cual levantaba una gran admiración- y se apresuró a llamarle por teléfono para saber si aún tenía aquel problema y para comunicarle que, de todas formas, no se preocupara, que acudiera igualmente a la cena, que ya le prepararía un plato de verduras y un pescado a la plancha. 

“En la misma ciudad vivía un tercer prohombre, también muy respetado, no sólo por sus grandes conocimientos culinarios y la variedad de recursos de que disponía, sino también por sus convicciones y el valor que daba a la amistad, la solidaridad y la justicia. Curiosamente, también éste se encontró con un caso idéntico. Cuando ya tenía la cena prácticamente a punto, recordó que el último de los que había invitado (un viejo amigo suyo y de los demás comensales) debía seguir una dieta muy estricta. Entonces se apresuró a cambiar el menú: seleccionó los entrantes que también podía comer el viejo amigo, guardó los guisados en el congelador para otra ocasión, e improvisó un segundo plato, también espléndido, pero que todos pudieran comer de él, y retocó el pastel de los postres, adornándolo con frutas naturales y no con confituras. Llegada la hora de cenar, comieron juntos de los mismos platos con los que el anfitrión les había obsequiado”.

Después de esta larga explicación, la profesora preguntó a sus discípulos: “¿Cuál de estos tres comensales de última hora se sintió más incluido en la cena con sus viejos amigos y conocidos?”.

“Sin duda, el tercero”, respondieron unánimemente sus discípulos, sin vacilar ni un solo instante.

“Efectivamente”, corroboró la profesora de pedagogía. Y continuó su lección diciéndoles: “Una escuela selectiva sólo admite a aquellos discípulos que pueden comer el “menú” que tiene preparado de antemano: un currículum prefijado. En cambio, una escuela inclusiva es muy diferente. Ni siquiera se conforma con preparar un “menú especial” –un currículum adaptado- para un estudiante que tiene problemas a la hora de comer el “menú general”, el currículum ordinario, general. Una escuela inclusiva es aquella que adecua el “menú general” para que todo el mundo pueda comer de él, para que sea un currículum común”. Y concluyó con estas palabras: “En una escuela inclusiva, detrás de cómo se enseña y de qué se enseña hay unos determinados valores que configuran una forma muy determinada de ser, de vivir y de convivir”.

* * *

Como en la parábola del invitado a cenar, incluir es acoger y valorar a quien se acoge. No es sólo reservar un sitio en la mesa para alguien que tiene problemas con la comida; incluir es dejar que participe plenamente de nuestro ágape, es querer comer juntos, compartir la cena; y, si hace falta, también es ceder un poco, siempre que esto sea posible (dejar los guisos en la nevera para otra ocasión, modificar el pastel...) para poder comer juntos los mismos manjares.

En la escuela, incluir también es acoger y valorar al que es acogido. No es sólo ceder un pupitre de la clase para un compañero con más problemas, aunque sea la más destacada junto a la mesa del maestro o de la maestra. Incluir es acoger y valorar este alumno, como un compañero más; es dejar que participe activamente en nuestro grupo, es compartir con él las actividades; es querer aprender juntos y, si hace falta (siempre que esto sea posible) ceder en alguna cosa (cambiar alguna actividad, ampliar algún objetivo, hacer más generales los contenidos...) para asegurar al máximo su participación.

Las decisiones sobre qué enseñar y cómo enseñar, dependen no sólo de cómo aprenden los alumnos, sino también de la educación y la escuela que queremos, de la finalidad que perseguimos cuando educamos. Si pretendemos enseñar todo tipo de saberes (“saber conocer”, “saber hacer”, “saber ser” y “saber convivir”), es necesario pasar de una escuela selectiva –que selecciona al alumnado en función de sus características personales- a una escuela inclusiva, que acoge a todo el mundo, independientemente de sus características personales. Efectivamente, para desarrollar en los alumnos algunos de estos saberes –como el “saber ser” y el “saber convivir”- es necesario que estén, en la escuela, todos los alumnos. Si no, ¿cómo aprenderán, por ejemplo, a convivir –a vivir juntos, respetándose mutuamente- personas con discapacidad y personas sin discapacidad, si asisten a centros separados o son atendidos en aulas diferentes?

Para ilustrar lo que acabo de decir, he aquí unas declaraciones de Marta Mata, maestra y pedagoga, una de las fundadoras de la “Escola de Mestres Rosa Sensat”, en una entrevista publicada en el semanario Presència (número 1603, del 15 al 21 de noviembre de 2002). El periodista le pregunta: “¿Se avanza más en una clase heterogénea que no en una clase homogénea, donde todos los alumnos tienen el mismo nivel?”. Y ella le responde: “Sí, si es eso lo que te propones. Si lo que quieres enseñar es el pluascuamperfecto, incluso los hay que llegan a decir que es necesario separar a los niños de las niñas, porque dicen que su ritmo intelectual es diferente. Pero si lo que quieres es educar, es decir, hacer crecer las posibilidades de todos los niños, lo mejor es tenerlos juntos. Lo que los niños pueden hacer para ayudarse unos a otros es extraordinario. No hace mucho me explicaba una maestra de primaria que en su clase tenía a un alumno ciego. Resulta que aquel curso fue el mejor curso de lengua que jamás había tenido”. “¿Por qué?”, inquirió el periodista. Y así respondió Marta Mata: “Pues porqué, con aquel compañero ciego, todos debían esforzarse a hablarle de tal forma que supliera lo que él no veía. Aprendieron a jugar con las palabras, perfeccionaron la precisión del vocabulario y desarrollaron su lenguaje. Y, además, aprendieron a ser ciegos”.

La única forma de “aprender a ser ciegos” –es decir, a convivir con un compañero ciego, o con cualquier otra discapacidad...- es que aprendan juntos, en una misma aula, alumnos sin discapacidad y alumnos con alguna discapacidad...

Ya los alumnos de la escuela de Barbiana, en su famoso libro Carta a una maestra, expresaron estas mismas ideas de una forma magistral, en el año 1967:

Este ha sido nuestro primer encuentro con vosotros. A través de los chicos que no queréis. También nosotros hemos visto que con ellos la escuela resulta más difícil. A veces sentimos la tentación de quitarlos de en medio. Pero si los perdemos la escuela ya no es escuela. Es un hospital que cura a los sanos y rechaza a los enfermos. Se convierte en un instrumento de diferenciación cada vez más irremediable. Y vosotros, ¿os atrevéis a desempeñar este papel en el mundo? Entonces llamadlos de nuevo, insistid, volved a empezar todo desde el principio hasta el fin, aun a costa de pasar por locos. Es mejor pasar por loco que ser instrumento del racismo. (Alumnos de la escuela de Barbiana,1996, p. 39) (Texto original de 1967).



1. Una premisa fundamental: Una educación y una escuela inclusiva

“La educación inclusiva es el proceso por el cual se ofrece a todos los niños, sin distinción de la discapacidad, la raza o cualquier otra diferencia, la oportunidad para continuar siendo miembro de la clase ordinaria y para aprender de sus compañeros, y juntamente con ellos, dentro del aula.” (Stainback, 2001, p. 18).
Los postulados de la escuela inclusiva: Un ideal de vida

1. La escuela debe celebrar la diversidad

Las diferencias individuales (personales, culturales, étnicas...) son algo valioso, porque en la diversidad se dan las mejores oportunidades para aprender. Esto supone –de todas formas- compensar las desigualdades (y luchar contra las injusticias que las provocan).

2. Hay que poder gozar aprendiendo: en la escuela, todos deben estar a gusto y sentirse seguros.

Estar a gusto: La “cultura del gozo” frente a la “cultura del esfuerzo”. A pesar del esfuerzo que supone aprender, se puede gozar aprendiendo. Los alpinistas, a pesar de lo que les cuesta alcanzar la cima, disfrutan subiendo montañas...

Esto se consigue más fácilmente si uno cuenta con el apoyo de los compañeros, además del apoyo del profesor.

Sentirse seguros: La ansiedad, el miedo al fracaso y al ridículo, no deben tener lugar en la escuela, porque todo el mundo debe sentirse capaz de alcanzar lo que se le pide, ya que nunca se le pide algo superior a sus capacidades potenciales.

Esto también se consigue más fácilmente si uno cuenta con el apoyo de los compañeros, además del apoyo del profesor.

3. La escuela debe estar basada en una política de igualdad



La escuela debe basarse en principios igualitarios: todos tienen el derecho de recibir una educación de calidad en la escuela de su comunidad y en la misma clase que sus compañeros de la misma edad.

Esto no quiere decir que todos deben ser tratados igual, como si no fueran diferentes, sino que todos deben ser tratados igual de bien, en función, precisamente, de sus diferencias, de lo que necesita específicamente cada uno.

4. La escuela debe contar con profesores que faciliten el aprendizaje



Hay que crear el ambiente propicio en las clases, organizar las actividades de aprendizaje, los recursos y los procedimientos, y proporcionar las condiciones prácticas para aprender, de tal modo que los estudiantes no sólo tengan la oportunidad de aprender todo lo que necesiten, sino también la motivación necesaria para hacerlo.

Esto es más factible, si el profesorado cuenta con el apoyo y el concurso de los padres y otros miembros e instituciones de la comunidad.

5. La escuela debe preparar para la cooperación, y no para la competición





























El énfasis que la sociedad actual pone sobre la “competición” ha llevado a valorar la excelencia de modo que para alcanzarla hay que triunfar sobre los demás. Desde muy pequeños, los niños han de aprender a no ser “débiles” ni “dejarse ganar” por los demás. Los estudiantes se gradúan con el convencimiento de que ser “inteligente” significa ser el “número uno”...

Una docena de años de escolarización obligatoria a menudo no es suficiente para desarrollar en los estudiantes la generosidad ni el compromiso por el bienestar de los demás...

Frente a esto, en la escuela, la cooperación debe estar por encima de la competición. La escuela debe enseñar a compartir y a cooperar con los demás, cuidando el afecto mutuo, la satisfacción y el éxito de todos.



Detrás de estos postulados hay, sin duda, un “ideal de vida”: la opción por una determinada “forma de vivir” y una determinada “forma de convivir”. ¿Es esto un sueño, una utopía?. Quizás sí... Sin embargo, nuestro trabajo como educadores es esforzarnos por un ideal, en lugar de aceptar resignadamente las condiciones insuficientes y menos deseables del “statu quo”. No olvidemos que “la educación que demos a los estudiantes mañana, no puede ser mejor de la que soñemos hoy” (Marsha Forest, citada por Staimback, 2001).
Condiciones que hacen posible una escuela inclusiva

· Resituar la escuela donde le corresponde, como una “comunidad de aprendizaje” al servicio de una comunidad.

· Plantear una Base Curricular Común, que sea realmente común, es decir, adecuada para todo el alumnado.

· Programar para que todos puedan aprender: la personalización de la enseñanza y el aprendizaje.

· Fomentar la autonomía del alumnado: las estrategias de autoregulación del aprendizaje.

· Organizar el trabajo en el aula de modo que los alumnos puedan aprender unos de otros: la estructuración cooperativa del aprendizaje.
La estructuración cooperativa del aprendizaje

Centremos nuestra atención en la última de las condiciones expuestas anteriormente: la estructuración cooperativa del aprendizaje. Si queremos conseguir que aprendan juntos alumnos diferentes, se debe transformar la estructura de aprendizaje de la clase, pasando –como se dice técnicamente- de una estructura de aprendizaje individualista o competitiva (como mayoritariamente tenemos ahora), en las cuales se ignora, si no se niega, la interacción entre los propios alumnos como factor de aprendizaje, a una estructura de aprendizaje cooperativa, en la cual los alumnos (con distintas capacidades, motivaciones e intereses) son estimulados a cooperar, a ayudarse unos a otros para aprender más y mejor. 

Esto se fundamenta en el siguiente principio: Los alumnos no sólo aprenden porque el profesor les enseña, sino porque cooperan entre si enseñándose unos a otros. Así lo formula Piaget:

La cooperación entre niños es tan importante como la intervención de los adultos. Desde el punto de vista intelectual, es la más apta para favorecer el verdadero intercambio de ideas y la discusión, es decir, todas las conductas capaces de educar la mente crítica, la objetividad y la reflexión discursiva. (Piaget, 1969, citado por Martí, 1997).

Las interacciones entre iguales –entre los alumnos, en este caso- tienen una gran importancia en la construcción de conocimiento. Sin embargo, en la escuela, en general, no se han fomentado estas interacciones. Todo lo contrario, tradicionalmente han sido evitadas e incluso prohibidas:

El énfasis casi exclusivo en la interacción profesor-alumno responde, al menos en parte, a la idea de que las relaciones que se establecen entre los alumnos en el transcurso de las actividades de aprendizaje tienen una influencia secundaria, cuando no indeseable o molesta, sobre el rendimiento escolar. Es obvia, por lo demás, la dependencia de esta idea de una concepción de la enseñanza que contempla al profesor como el agente educativo por excelencia encargado de transmitir el conocimiento y al alumno como un receptáculo más o menos activo de la acción transmisora del profesor. No es, pues, extraño que en este marco pedagógico se intente reducir a la mínima expresión las relaciones alumno-alumno, sistemáticamente neutralizadas como fuente potencial de conductas perturbadoras en el aula, y que la programación del aprendizaje repose sobre la primacía del trabajo individual de los alumnos y la interacción profesor-alumno. (Coll, 1984, p. 119).
La estructura de aprendizaje en el aula

En el momento de hacer clase y de organizar la clase, los profesores toman una serie de decisiones –con frecuencia de una forma más o menos intuitiva- en relación, por ejemplo, con la distribución de tiempo entre su explicación y la ejercitación de los alumnos, con el trabajo de los alumnos –individual o en pequeño grupo-, con la manera como los evaluaremos o con la determinación de los contenidos que se trabajarán. El conjunto de estas decisiones y de otras configuran una determinada estructura de aprendizaje, que no varía únicamente entre un profesor y otro, sino incluso en un mismo profesor, según las características del grupo de alumnos (número, edad, interés, motivación...).

Así pues, entendemos por estructura de aprendizaje el conjunto de elementos interrelacionados que se dan en el seno del aula en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
La interdependencia entre los alumnos y la estructura de aprendizaje

La estructura de aprendizaje toma características propias según que sea individualista, competitiva o cooperativa. Un elemento muy importante que distingue estos tres tipos de estructura de aprendizaje es lo que se denomina la interdependencia de finalidades que se establece entre los alumnos en el proceso de enseñanza y aprendizaje: 

1.- Si cada alumno va por su lado sin importarle lo que hacen sus compañeros, no hay interdependencia de finalidades: que un alumno consiga su objetivo (aprender lo mejor posible lo que el profesor enseña) es independiente (no depende) de que los demás consigan o no este mismo objetivo. En este caso, la estructura de aprendizaje es individualista: El profesor se dirige por igual a todos los alumnos y resuelve individualmente las dudas o los problemas que van surgiendo en ellos. El trabajo es individual pero no competitivo (cada uno trabaja en su sitio y no se fija en lo que hacen los demás). La ayuda mutua entre los alumnos –para que uno explique algo a otro-, si se da, se considera un mal menor: lo ideal sería que fuera el profesor que le ayudara –¡por algo es el profesor!- pero si no puede atender las dudas o problemas de todos los alumnos consiente que alguien pida ayuda a un compañero... El profesor –y la mayoría de los alumnos, que prefieren trabajar solos- no valora el trabajo en equipo y se descarta esta forma de trabajar porque no hay responsabilidad individual en todos los alumnos: unos se aprovechan del trabajo de otros sin haber aportado nada o casi nada al resultado final del trabajo en equipo.

2.- Si se establece una especie de rivalidad entre los alumnos –buscada y fomentada, o no, por el profesor- para ver quien aprende más y realiza mejor los ejercicios y los termina antes..., entonces existe una interdependencia de finalidades negativa entre ellos: Uno consigue su objetivo (ser el mejor, el primero de la clase... en el aprendizaje de los contenidos escolares) si, y sólo si, los demás no consiguen su objetivo (ser también los mejores). En este caso, la estructura de aprendizaje es competitiva: El profesor se dirige por igual a todos los alumnos y resuelve individualmente las dudas o los problemas que van surgiendo en ellos. El trabajo es individual y competitivo (cada uno trabaja en su sitio y procura ser mejor que los demás). La ayuda mutua entre los alumnos no tiene sentido: si alguien enseñara algo a un compañero éste podría superarle, y ya no sería el mejor... El profesor, conscientemente o de forma inconsciente, puede fomentar la competencia y la rivalidad entre los alumnos, como una manera de estimularles a aprender más. En general, no tolera la ayuda mutua ni el trabajo en equipo, con el fin de resaltar al máximo la responsabilidad individual: cada alumno debe ser el único responsable de su aprendizaje.

3.- Si los alumnos de un mismo grupo se consideran una “piña” que se animan unos a otros y se ayudan para aprender cada vez más, entonces se da una interdependencia de finalidades positiva entre los distintos miembros del grupo: Un alumno consigue su objetivo (aprender lo mejor posible lo que el profesor le enseña) si, y sólo si, los demás consiguen también el mismo objetivo (aprender lo mejor posible lo que el profesor les enseña). En este caso, hay una estructura de aprendizaje cooperativa: El profesor se dirige a todos los alumnos y resuelve la dudas iniciales que puedan surgir. El trabajo es individual (en el sentido que cada uno es responsable de aprender, ya que nadie puede aprender por él) y cooperativo (en el sentido que, trabajando en equipo cada uno haciendo sus propios aprendizajes, pueden ayudarse mutuamente, resolviendo juntos los problemas, dándose una mano, animándose unos a otros a superarse, a aprender, etc.). La ayuda mutua, pues, no sólo se tolera, sino que se fomenta; se considera algo esencial, lo mismo que el trabajo en equipo. Se parte de la base que difícilmente ejercerán, en el futuro, una profesión en solitario y de que las cualidades de unos y otros se complementan: poniendo cada uno sus habilidades junto a las habilidades de sus compañeros pueden resolver mejor los problemas comunes. El trabajo en equipo, en este caso, para que sea realmente en equipo, debe ir acompañado ineludiblemente de la responsabilidad individual: nadie puede aprovecharse del trabajo de los demás sin que contribuya con su aportación al éxito final del equipo.



2. El aprendizaje cooperativo

Una estructura cooperativa del aprendizaje consiste en trabajar juntos para alcanzar objetivos comunes. En una situación de aprendizaje de esta índole, los miembros de un grupo procuran obtener resultados beneficiosos para ellos mismos y para todos los demás miembros del grupo. El aprendizaje cooperativo no es otra cosa que el uso didáctico de equipos de trabajo reducidos, en los cuales los alumnos trabajan juntos para maximizar su propio aprendizaje y el de sus compañeros de equipo (Johnson, Johnson y Holubec, 1999).

El aprendizaje cooperativo se sustenta en dos pilares fundamentales:

En primer lugar, en el hecho de que el aprendizaje requiere la participación directa y activa de los estudiantes. Nadie puede aprender por otro. Como máximo puede ayudarle, pero jamás suplirle. Sólo aprendemos de verdad lo que queremos aprender y siempre que participemos activamente en el proceso de aprendizaje. Dicho con una metáfora de Johnson, Johnson y Holubec (1999), el aprendizaje no es un espectáculo deportivo al que podamos asistir como simples espectadores…

En segundo lugar, hay que considerar que la ayuda mútua y la cooperación, si se dan con las debidas condiciones, posibilitan el logro de cotas más altas en el aprendizaje, nos permiten aprender más y mejor. La discusión en grupo, el conflicto cognitivo que se genera cuando se enfrentan puntos de vistas diferentes u opuestos, no sólo nos permite aprender cosas nuevas de los demás, sino también rectificar, consolidar o reafirmar los aprendizajes ya logrados. Dicho con otra metáfora, también sacada de Johnson, Johnson y Holubec (1999), como los alpinistas, alcanzamos más fácilmente las cimas del aprendizaje cuando las abordamos formando un equipo cooperativo...

Un equipo cooperativo –sea de aprendizaje o no- es algo más que un conjunto de individuos que realizan algo juntos. Un grupo de alumnos formará un equipo cooperativo en la medida que se den las condiciones siguientes:

1. Si están unidos de verdad, si tienen algo que les une fuertemente (el pertenecer a un mismo equipo, el objetivo que persiguen…)

2. Si hay una relación de igualdad entre ellos, si nadie se siente superior a los demás, si todos son valorados, y se sienten valorados, por sus compañeros.

3. Si hay interdependencia entre ellos, si lo que afecta a un miembro del equipo importa a todos los demás.

4. Si no hay una relación de competencia entre ellos, sino de cooperación, de ayuda y de exigencia mutua; si ayudar a un compañero repercute favorablemente en uno mismo y en todo el equipo.

5. Si hay una relación de amistad entre ellos, un lazo afectivo, que les lleva a celebrar juntos los éxitos conseguidos entre todo el equipo.

Cuanto más de den estas condiciones, más cooperativo será el equipo formado por un conjunto de personas, en nuestro caso de alumnos. Así pues, posibilitar que se den estas condiciones, avanzar en la dirección que estas condiciones nos indican, es contribuir a que un simple equipo de estudiantes se convierta, poco a poco, en un equipo cooperativo.




Elementos esenciales de los equipos cooperativos
El agrupamiento de los alumnos en distintas formas de equipos, fundamentalmente heterogéneos

Ya he dicho anteriormente que el trabajo en equipo es un elemento esencial de una estructura de aprendizaje cooperativa, siempre que vaya acompañado de la responsabilidad individual de los miembros que forman el equipo. De todas maneras, como pondré de manifiesto más adelante, un equipo no puede improvisarse, los alumnos no adquieren espontáneamente las habilidades sociales necesarias para trabajar en equipo: hay que enseñárselas. Cuando se consigue que un equipo de trabajo –lo que denominamos equipo de base- funcione, no conviene modificar su composición. Por lo tanto, los equipos de base deber ser estables y perdurar a lo largo de un curso e incluso de todo un ciclo o etapa. Pero, por otra parte, también es conveniente que todos los miembros de un grupo clase se relacionen entre si, tengan la oportunidad de trabajar juntos alguna vez. Esto puede conseguirse si, además de los equipos de base, utilizamos otros tipos de agrupamientos a lo largo del ciclo formativo. Me refiero a lo que denominamos equipos esporádicos y equipos de expertos. Los primeros son equipos no estables (pueden durar desde una sesión de clase, o menos, hasta varias sesiones) y pueden ser homogéneos (por ejemplo, pueden estar formados por alumnos que tengan competencias similares y ya hayan conseguido los objetivos previstos y pueden trabajar de forma más autónoma, mientras el profesor atiende a los que aún no han alcanzado los objetivos) o heterogéneos (por ejemplo, pequeños equipos de dos o tres alumnos en los que un alumno enseña a los otros alguna cosa). Los equipos de expertos[1] están formados por un miembro de cada uno de los equipos de base que trabajan juntos durante algunas sesiones para especializarse, convertirse en “expertos”, en algún conocimiento, técnica o procedimiento que después cada uno de ellos explicará y enseñará a sus compañeros del equipo de base.

En el momento de determinar qué alumnos integrarán cada equipo, en las distintas formas de agrupamiento, el criterio que menos se tiene en cuenta es el de homogeneidad (colocar en un mismo equipo alumnos con la misma o similar competencia). Todo lo contrario, la heterogeneidad en los distintos agrupamientos –la diversidad de los miembros de un mismo equipo- es vista como una fuente de nuevos conocimientos y un estímulo para el aprendizaje. Por este motivo, los denominados equipos de base –que constituyen el agrupamiento fundamental- son siempre heterogéneos. Sólo de forma esporádica, y para una finalidad muy concreta, puede ser interesante agrupar a los alumnos de forma más homogénea (en grupos esporádicos o de expertos).
La interdependencia positiva entre los miembros de un equipo

La existencia de una interdependencia positiva entre los miembros de un equipo o de un grupo clase –como hemos dicho al hablar de las distintas formas o tipos de estructura de aprendizaje- es una de las características clave de la estructura cooperativa del aprendizaje y una condición imprescindible para que ésta se dé efectivamente.

Se distinguen diversos tipos de interdependencia positiva:

1. Hay interdependencia positiva de finalidades cuando todos los miembros de un equipo persiguen el mismo objetivo: “triunfar”, “ganar el partido”..., aprender lo que el profesor les enseña. Cada miembro del equipo tiene una doble responsabilidad: aprender lo que el profesor le enseña y que sus compañeros también lo aprendan, cada uno hasta el máximo de sus posibilidades. Si los miembros del equipo son diferentes, no todos pueden hacer y aprender exactamente lo mismo, pero sí pueden trabajar sobre los mismos contenidos, a distintos niveles. Por lo tanto, el profesor debe ajustar, adecuar, lo que enseña a las posibilidades de cada uno. Y, en cada equipo, es importante que los alumnos cooperen, se ayuden, para alcanzar la meta común: que todos consigan aprender. Una de las técnicas de aprendizaje cooperativo que fomenta la interdependencia positiva de finalidades es la que se conoce con las siglas TAI (Team Assisted Individualization), en la cual se combina la personalización de la enseñanza –especificando para cada alumno un Plan de Trabajo Personalizado- y la cooperación entre los miembros del equipo –pro-poniéndose un Plan de Trabajo de Equipo-[2].

2. Cuando el equipo y el grupo[3] ha conseguido sus objetivos –progresar en el aprendizaje de los contenidos propuestos por el profesor y, al mismo tiempo, progresar en el aprendizaje del trabajo en equipo- hay que valorárselo y celebrarlo. En este caso decimos que se da en el equipo una interdependencia positiva en la recompensa/celebración. Efectivamente, el hecho de que un alumno, además de aprender los contenidos de una materia determinada, haya progresado –junto a sus compañeros de equipo- en la práctica de las habilidades sociales que le permiten trabajar en equipo, debe tener alguna repercusión positiva en su calificación individual. Y si en un grupo clase todos los equipos han mejorado su funcionamiento además de progresar cada alumno en sus aprendizajes, hay motivos suficientes para “celebrarlo” y obtener alguna “recompensa” grupal (una actividad extra, una fiesta, etc.). Estas celebraciones grupales tienen una enorme repercusión a la hora de trabar relaciones positivas entre los miembros de un equipo y de un grupo clase, que a su vez influyen claramente en el rendimiento individual de cada alumno.

3. También se acrecienta la interdependencia positiva entre los miembros de un equipo cuando los que lo componen deben coordinarse –repartirse de forma coordinada las distintas tareas y realizar cada uno de ellos su propia tarea lo mejor posible- para completar la tarea de equipo que les ha sido encargada: por ejemplo, un trabajo escrito, una exposición oral, un mural, etc. En este caso se habla de interdependencia positiva de tareas. Este tipo de interdependencia se da, por ejemplo, cuando los miembros de un equipo trabajan por proyectos[4]. Como insistiré más adelante, para que exista esta interdependencia, la aportación de cada miembro debe ser lo más relevante posible (la interdependencia positiva disminuye considerablemente si uno o unos pocos realizan las tareas principales e imprescindibles y otro u otros sólo las tareas muy secundarias y prescindibles); es decir, debe darse una auténtica igualdad de oportunidades para el éxito del equipo. Y, además, cada alumno debe comprometerse y responsabilizarse al máximo en la realización de su tarea (no puede haber interdependencia positiva de tareas si un alumno se “aprovecha” del trabajo de los demás sin aportar nada de su parte); es decir, debe haber un compromiso individual y una responsabilidad personal de cada miembro del equipo.

4. En cambio hablamos de interdependencia positiva de recursos cuando cada miembro del equipo tiene sólo una parte de los recursos, de la información, o de los materiales que se necesitan para completar el aprendizaje. Para que todos los miembros del equipo completen su aprendizaje, cada uno de ellos debe enseñar a los demás lo que previamente él ha aprendido. Este tipo de interdependencia se pone muy claramente de manifiesto cuando se utiliza la técnica conocida como “Rompecabezas”[5].

5. Finalmente también puede darse lo que se denomina interdependencia positiva de roles cuando cada miembro del equipo tiene asignado un papel o rol complementario al que ejercen sus compañeros, de forma que para que el equipo consiga su doble objetivo –aprender lo que el profesor les enseña y aprender a trabajar en equipo- es necesario que cada uno lleve a cabo, con responsabilidad y eficacia, la función que se le ha encomendado. Las distintas responsabilidades a repartir, de forma rotativa, entre los miembros de un equipo (responsable, secretario, encargado del material, etc.) se han de definir operativamente, de una forma cuanto más concreta mejor, de manera que, por ejemplo, el responsable del equipo sepa que su trabajo consiste en animar a los compañeros, procurar que no se pierda el tiempo, saber claramente qué debe hacer cada uno, dirigir las revisiones periódicas del equipo, etc.; el secretario, que su trabajo consiste en anotar los acuerdos, hacer de portavoz del equipo, avisar a alguien si habla demasiado fuerte, etc.; el encargado del material, cuidar el material del equipo, asegurar que cada uno mantenga limpio el lugar de trabajo, recordar a los compañeros que no se olviden de algo que han de traer de sus casas, etc. Como fácilmente puede comprenderse, para que se dé este tipo de interdependencia positiva de roles, así como la interdependencia positiva de recursos, también debe darse, como una condición indispensable, un compromiso individual y una responsabilidad personal (como insistiré más adelante).
Interacción estimulante cara a cara

La interdependencia positiva entre los miembros de un equipo de aprendizaje cooperativo está muy relacionada con la interacción estimulante cara a cara, entendida como el aliento que se dispensan los miembros de un equipo y la facilitación de los mutuos refuerzos para realizar las tareas con la finalidad de alcanzar los objetivos compartidos. Si los alumnos no tienen la oportunidad de trabajar juntos, en la misma clase, difícilmente puede garantizarse que se dé esta interacción cara a cara. Un trabajo de grupo en el cual los alumnos se reparten lo que tienen que hacer y luego lo hacen por separado para juntarlo al final, sin discusión ni interacción, no puede considerarse propiamente un trabajo de grupo cooperativo.

La interacción estimulante se caracteriza por los siguientes rasgos (Johnson y Johnson, 1997): Proporciona entre los individuos ayuda y apoyo eficaz y eficiente; facilita el intercambio de los recursos necesarios (por ejemplo; la información y los materiales) y facilita el procesamiento de nueva información de forma eficiente y efectiva; proporciona a cada individuo el “feedback” imprescindible para mejorar su rendimiento posterior; hace que el equipo tenga el reto de sacar conclusiones y razone para comprender mejor los problemas que surgen y para tomar decisiones acertadas; defiende y exige el esfuerzo de todos para conseguir los objetivos comunes; genera confianza en la actuación de cada uno y contribuye a que cada uno actúe de forma correcta; motiva para luchar por alcanzar los beneficios mutuos del equipo; y mantiene un nivel moderado de estimulación, proporcional a las posibilidades de cada uno, caracterizado por una baja ansiedad y estrés.
Igualdad de oportunidades para el éxito del equipo

En los equipos de trabajo cooperativo, todos los alumnos deben tener la oportunidad de contribuir al éxito del mismo y avanzar en su aprendizaje. Precisamente, si avanzan en lo segundo consiguen lo primero, porque el equipo “triunfa” –consigue su objetivo- si todos y cada uno de sus miembros consiguen aprender más de lo que sabían al inicio de una secuencia de enseñanza y aprendizaje y, además, si todos y cada uno de sus miembros consiguen aprender más a trabajar en equipo. Igualmente, el grupo clase “triunfa” –y se hace merecedor de la correspondiente “celebración”- si todos y cada uno de los equipos cooperativos que lo forman consiguen su propósito de aprender.

Así pues, cada alumno contribuye al éxito del equipo si mejora sus actuaciones anteriores. Si se lo proponen, todos pueden mejorar su actuación anterior porque no se les pide que alcancen un mismo nivel normativo para toda la clase, sino los objetivos que cada uno tiene fijados en su Plan de Trabajo Personalizado y que cree que puede alcanzar, según lo que “ha pactado” con el profesor. Por lo tanto, alumnos de distinto nivel de capacidad tienen igualdad de oportunidades: todos pueden contribuir con el mismo peso al éxito del equipo y del grupo-clase, todos pueden tener, por lo tanto, el mismo mérito.

Teniendo en cuenta –como dice Putnam (1993)- que los equipos son heterogéneos y que en ellos puede haber alumnos con especiales dificultades de aprendizaje o que presentan problemas conductuales, esta última condición que estamos comentado –la igualdad de oportunidades- supone que los profesores deben ajustar (personalizar) los criterios de éxito y sus expectativas, o las exigencias de las tareas, adecuándolas (haciéndolas proporcionales) a las necesidades y habilidades de cada alumno del equipo, y no a la inversa. Sólo si se exige a cada uno según sus posibilidades y no según una norma común preestablecida, éste podrá avanzar realmente en su aprendizaje y contribuir con el mismo peso específico que cualquier otro compañero al éxito final del equipo y del grupo clase.
La responsabilidad personal y el compromiso individual

Es muy evidente la importancia de la responsabilidad y el compromiso personal en un trabajo en equipo, de forma cooperativa. Es, sin duda, un elemento esencial y, por otra parte, difícil de conseguir en niños, adolescentes y jóvenes (como lo es, dicho sea de paso, en los adultos...)

Johnson y Johnson (1997) y Putnam (1993) insisten en este aspecto con las ideas que resumo a continuación:

§ El compromiso individual y la consiguiente responsabilidad personal de cada miembro se ponen de manifiesto cuando se evalúa el rendimiento individual de cada uno con relación al equipo y se informa de los resultados de esta evaluación al alumno y al equipo, de forma que éste pueda considerar hasta qué punto aquél ha sido responsable de contribuir con una parte equitativa al éxito del mismo. Es importante que los miembros del equipo se conozcan hasta el punto de saber quién necesita más ayuda, apoyo y aliento para completar la tarea asignada, y para poder ajustar esta tarea a las posibilidades de cada uno. Pero también es importante, igualmente, que los miembros del grupo sepan que no pueden “aprovecharse” del trabajo de los otros. 

§ Cuando es difícil poder identificar las contribuciones de cada miembro del grupo, cuando estas contribuciones son redundantes, y cuando no todos los miembros son responsables del resultado final, puede pasar –y de hecho sucede a menudo si se dan estas circunstancias- que algunos prefieran hacer las tareas por separado.

§ Una de las finalidades de los grupos y equipos de aprendizaje cooperativo es convertir cada uno de sus miembros en una persona más sólida en sus derechos y en sus deberes. El compromiso individual en el aprendizaje es la clave para asegurar que todos los miembros del grupo salgan fortalecidos del trabajo cooperativo, de forma que se vean capaces de realizar solos tareas parecidas a las que han realizado de forma cooperativa dentro del equipo. El objetivo no es sólo que realicen algo entre todos, sino que todos aprendan a realizarlo, cada uno según sus propias posibilidades y capacidades; entre todos, cooperativamente, aprenden los conocimientos, habilidades, estrategias o procedimientos adecuados a sus posibilidades, y luego cada uno lo realiza individualmente para asegurarse que lo ha aprendido.

§ Para conseguir que cada alumno sea responsable individualmente de hacer una parte equitativa del trabajo del equipo, es necesario que los profesores evalúen con cuanto esfuerzo está contribuyendo cada uno de los alumnos al trabajo del equipo y proporcionen “feedback” a los alumnos individualmente y al equipo; es necesario, además, que contribuyan a evitar esfuerzos redundantes a los miembros del equipo y que se aseguren de que cada uno de los participantes es responsable de una parte del resultado final.

Una forma práctica de ayudar a los alumnos a avanzar en sus compromisos personales y en su responsabilidad individual es evaluarles, al final de un tiempo determinado, de forma individual. En una estructuración cooperativa del aprendizaje la evaluación final siempre es individual, independientemente de que el resultado de esta evaluación pueda ser alterado, en positivo o en negativo, según la contribución del alumno en cuestión al trabajo en equipo, según haya progresado, o no, en el aprendizaje de las habilidades sociales que –como hemos insistido anteriormente- también debe ser objeto de enseñanza y aprendizaje. En este sentido, la determinación de un Plan de Trabajo del Equipo en el cual se fijen los objetivos comunes y los compromisos personales de sus miembros, y las revisiones periódicas del funcionamiento del equipo –de las que hablaré más adelante- pueden ser un buen instrumento práctico para ayudar a los alumnos a avanzar en este aspecto tan importante.
Las habilidades sociales y de pequeño grupo

Para poder coordinar esfuerzos con la finalidad de alcanzar objetivos comunes, los miembros de un equipo deben utilizar de forma apropiada una serie de habilidades sociales y de pequeño grupo (Johnson y Johnson, 1997), de modo que:

§ Consigan conocerse y lleguen a confiar entre si, unos con otros.

§ Se comuniquen con precisión y sin ambigüedades: sepan expresar con claridad lo que quieren decir y lo digan directamente, con confianza y sin rodeos.

§ Se acepten entre si y se den ánimos y apoyo.

§ Resuelvan de forma creativa y constructiva los conflictos que surjan.

Johnson y Johnson (1997) advierten muy claramente que proponer a un grupo de alumnos con un repertorio pobre de habilidades sociales que trabajen juntos y pedirles, sin más, que cooperen entre ellos no garantiza de ninguna manera que sean capaces de hacerlo de forma suficientemente efectiva. Nadie ha nacido sabiendo instintivamente cómo debemos interactuar de forma adecuada con los demás. Las habilidades sociales y de pequeño grupo no aparecen de forma mágica cuando las necesitamos.

Para que los grupos cooperativos sean productivos hay que enseñar a los alumnos las habilidades sociales y motivarlos para que las utilicen. La dinámica de grupos confirma que las habilidades sociales son la base fundamental para conseguir la productividad de un equipo. Así pues, cuanto mejores sean las habilidades sociales de los miembros de un grupo y cuanta más atención pongamos en enseñar estas habilidades a los alumnos y en recompensar el uso que de ellas hagan, más rendimiento conseguiremos de los equipos de aprendizaje cooperativo.

Los roles que todos y cada de los miembros de un equipo de base deben ejercer, de forma rotativa, a lo largo de todo el ciclo formativo, están directamente relacionados con las habilidades sociales, lo cual pone de manifiesto la relación de éstas con la interdependencia positiva de roles, de la cual he hablado anteriormente.
La revisión periódica del equipo y el establecimiento de objetivos de mejora

La efectividad progresiva del aprendizaje cooperativo depende en gran medida de la capacidad de los distintos equipos o grupos de reflexionar periódicamente, de forma sistemática, sobre su propio funcionamiento, valorando su propio equipo, de forma que sean capaces, por una parte, de describir qué actuaciones de las que llevan a cabo en el seno del equipo son realmente de ayuda y cuáles no lo son, y, por otra parte, de tomar decisiones sobre qué comportamientos deben mantenerse (porque benefician el funcionamiento del equipo y facilitan el logro de sus objetivos), y cuáles han de cambiar (porque son perjudiciales al bien común del equipo).

Por esto los equipos de aprendizaje cooperativo y todo el grupo clase que trabaja de forma cooperativa deben dedicar periódicamente un tiempo determinado para hacer esta revisión y ponerla en común: para reflexionar sobre el funcionamiento de su equipo y proponerse objetivos para mejorarlo en el futuro.

Saber hacer eso, y hacerlo de forma sistemática, permite –según Johnson y Johnson (1997)- que los equipos se centren en el mantenimiento de las relaciones positivas de trabajo entre sus miembros, facilita el aprendizaje paulatino pero continuado de habilidades cooperativas, garantiza que los miembros del equipo reciban “feedback” sobre su participación y, por lo tanto, tengan la oportunidad de afirmarse en algunos comportamientos y de modificar otros, posibilita que los alumnos piensen a nivel metacognitivo (sean capaces de reflexionar sobre lo que piensan, dicen o hacen), y, finalmente, procura los medios para celebrar el éxito del equipo a la vez que refuerza las conductas positivas de sus miembros.
Ventajas del aprendizaje cooperativo

Se considera que la organización cooperativa del aprendizaje es fundamental en un contexto de aprendizaje en el cual conviven estudiantes muy diferentes en todos los aspectos. Y se trata, además, de la estructura de aprendizaje que se ha mostrado más eficaz a la hora de enseñar. Numerosos estudios (véase, por ejemplo, un resumen de ellos en Coll, 1984; Ovejero, 1990; Parrilla, 1992; Johnson y Johnson, 1997; Johnson, Johnson y Holubec, 1999; Stainback, S.B., 2001) demuestran que:

· Las experiencias de aprendizaje cooperativo, comparadas con las de naturaleza competitiva e individualista, favorecen el establecimiento de relaciones mucho más positivas, caracterizadas por la simpatía, la atención, la cortesía y el respeto mutuo.

· Estas actitudes positivas se extienden, además, al profesorado y al conjunto de la institución escolar.

· La organización cooperativa de las actividades de aprendizaje, comparada con organizaciones de tipo competitivo e individualista, es netamente superior por lo que se refiere al nivel de rendimiento y de productividad de los participantes.

· Las estrategias cooperativas favorecen el aprendizaje de todos los alumnos: no sólo de los que tienen más problemas por aprender (incluyendo a los que tienen necesidades educativas especiales vinculadas a alguna discapacidad y que son atendidos dentro las aulas ordinarias junto a sus compañeros no discapacitados), sino también de los más capacitados para el aprendizaje.

· Los métodos de enseñanza cooperativos favorecen la aceptación de las diferencias, y el respeto de ellas, entre los alumnos corrientes y los integrados.

· Los métodos cooperativos aportan nuevas posibilidades al profesorado: permiten la atención personalizada de los alumnos y la entrada de nuevos profesionales dentro del aula (profesorado de educación especial o de apoyo, psicopedagogos...), que trabajan conjuntamente con el profesor tutor o del área correspondiente.

Tanto es así que algunos de los que han estudiado a fondo la estructuración cooperativa del aprendizaje afirman que:

“...con la cantidad de investigación disponible, es sorprendente que las prácticas de las aulas estén tan orientadas hacia el aprendizaje competitivo e individualista y que las escuelas estén tan dominadas por una estructura competitiva y individualista. Es hora de reducir la discrepancia entre lo que la investigación indica que es efectivo a la hora de enseñar y lo que los maestros realmente hacen”. (Johnson y Johnson, 1997, p. 62)

Por lo que podemos observar últimamente, no únicamente no se reduce tal discrepancia sino que está aumentando, a base de potenciar, con la selección del alumnado, una estructura de aprendizaje más individualista y competitiva.



Referencias bibliográficas

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COLL, C. (1984): "Estructura grupal, interacción entre alumnos y aprendizaje escolar", en Infancia y Aprendizaje, 27/28, pp. 119-138.

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MARTÍ, E. (1997): “Trabajamos juntos cuando...”. Dins Cuadernos de Pedagogía, nº 255, pàg. 54-58.

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